Primeros de septiembre de 1983 con 23 años ya cerca de los 24, comencé mi andadura profesional como docente en lo que entonces éramos profesores de E.G.B. denominación que nunca me ha gustado, prefiero la de "maestroescuela" que creo que es más definitoria.
Por aquellos meses en una España muy diferente a la de hoy, donde todavía resonaban los ecos del fallido golpe de estado de el 23 de febrero de 1981, donde un un partido de izquierdas, el PSOE, hacía apenas un año que se hacía con mayoría absoluta en el gobierno de España y se avecinaban grandes cambios políticos, sociales y económicos, como así fue.
Y por la radio sonaban unas músicas que han quedado grabadas en la memoria colectiva de varias generaciones y que todavía somo capaces de cantar y bailar, el " No controles " de Olé olé, " Barco a Venus" de Mecano , "Cadillac solitario" de Loquillo, "Every Breath you take" The Police, " Girl just want to have fun" de Cindy Lauper, "Jump" Van Halen.
Era el más joven, junto con una compañera de carrera, de un claustro de treintañeros y algún cuarentón, con el que, a pesar de la cercanía y amistad , había un salto generacional importante en todos los ámbitos incluido el docente naturalmente lo que no supuso ningún problema a la hora de integrarme y colaborar en todo lo que surgiera.
En unas instalaciones paupérrimas, con solo las tizas y la pizarra, un mobiliario viejo y anticuado y una paredes húmeda y amarillentas, esos mapas de España de cartón sujeto en la pared y un globo terráqueo también amarillento. Debuté con mis primeros alumnos de un 8º de E.G.B. en donde puede que no hubiera más de quince. Yo iba con ganas de comerme el mundo, de alejarme todo lo posible de las prácticas y maneras de algunos de mis maestros de ingrato recuerdo. Quería ser cercano, comprensivo, amable, que mis clases fueran amenas, divertidas, diferentes, y así se lo explica a estos mis primeros alumnos, recuerdo como oí a uno de ellos decirle a una compañera, "esto tiene buen pinta" y yo pensé. "esto empieza bien".
Ellos tenían 14 y 15 años pero sentí una rara sensación de estar delante de gente muy cercana a mi en todo y con la que es podía compartir muchas cosas, como así fue. Con ese grupo con los demás 6º y 7º de E.G.B. creamos una complicidad compartida y duradera hasta nuestros días por más increíble que parezca. Creo que entre todos iniciamos una forma de hacer escuela diferente, menos academicista y más cercana, menos aburrida y más divertida, menos anclada en un pasado y más mirando hacia adelante y creedme si os digo que se impulso que tomamos entre ello y yo ha perdurado a lo largo de toda mi carrera y todavía perdura.
No hace más de un mes, mientras columpiaba a mi nieta en un parque se acercaron unos niños de cuatro o cinco años, acompañados de sus abuelos, al acercarse estos nos quedamos mirando y resultó ser Paco, uno de aquellos de mis primeros alumnos, es ingeniero de caminos y tiene 53 años, después de reconocernos y saludarnos muy efusivamente, comenzó a hablarme, sin que yo le dijera nada y de manera muy emocionada , de aquellos primeros momentos, cuando entré a clase por primera vez, con un morral rustico colgado del hombro, una barba de dos semanas y un ímpetu, según él, que le agradó desde el principio. Me habló de mi trato a los alumnos, de la manera de hablarles, de responderles de explicarles, de ayudarles, y que todo eso era nuevo para él y para sus compañeros a pesar de estar en el último curso. A todo todo esto mi nieta, de 7 años , no quitaba oído de la conversación y me miraba sin entender muy bien, creía yo, lo que pasaba.
Después recordar anécdotas, a otros compañeros alumnos y maestros, nos despedimos con un fuerte abrazo de esos que se notan que son algo más que abrazos. Un hora después en la terraza de un bar cercano quedamos para tomar algo con mi mujer, mi hijo y mi nuera y en mitad de una conversación intrascendente, mi nieta comenzó a contar a su padres esa conversación que había escuchado entre Paco y yo, nos callamos todos para escucharla y lo contaba con bastante detalle, hasta concluir con una frase que a todos nos emocionó y a mi me hizo tocar el cielo. " Yo quiero que mis maestros sean como el Abu".
Quizá sea la mejor frase, quizá no, es la mejor frase que he oído nunca referida a mi vida profesional, la que más me enorgullece y con la que más me identifico, solo por esto mereció la pena ser maestro.
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