sábado, 15 de agosto de 2020

Eduquemos a gente competente

Para empezar debemos de aclarar qué entendemos por competencia, de las muchas definiciones que  he encontrado por la red me quedo con una de Chomsky de 1985 que dice: 

" Una competencia en educación es un conjunto de comportamientos sociales, afectivos y habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales y motoras, que permiten llevar a cabo adecuadamente un papel, un desempeño, una actividad o una tarea. " .

También he leído que el concepto de la educación basadas en competencias (EBC), es un modelo de aprendizaje que prioriza las competencias que adquieren los alumnos sobre el tiempo que pasan en clase. En base a este modelo los alumnos son evaluados según el dominio que tienen de las habilidades y/o los resultados de los aprendizajes que obtienen.

Sin intentar hacer una gran disertación sobre estos temas, entre otras cosas porque no sabría, si me atrevo a escribir una ideas sueltas que me dan vueltas por la cabeza en esto tiempos de pandemias, llenos de incertidumbres escolares y de todo tipo y, convencido como estoy, que debemos de ir caminando no solo hacia una nueva realidad, sino también a un nuevo modelo de escuela en donde la  evaluación por competencia se imponga de una vez sobre esa evaluación cuantitativa basada casi únicamente en el aprendizaje de contenidos en la mayoría de los casos carentes de significado.

De las 7 famosas competencias clave y que no voy a enumerar y decir aquí, creo que siendo todas importantes y fundamentales si pienso que hay una que engloba y es un punto de partida de todas las demás, esta es la competencia de aprender aprender, esta competencia requiere controlar y reconocer los propios procesos de aprendizaje para ajustarlos a los tiempos y a las  demandas de las tareas y actividades que conducen al aprendizaje, esta competencia desemboca cada vez en una aprendizaje más eficaz y autónomo. 

Una de las cosas que han quedado en evidencia durante el confinamiento y me refiero a alumnos de secundaria, es  precisamente esa excesiva dependencia del docente, esa falta de autonomía  y de iniciativa de los alumnos para abordar determinados aprendizajes de manera autónoma  o con una menor intervención del docente. La mayor parte de los docentes, por diferentes y variadas razones, hemos dedicado más esfuerzos en darles peces que en enseñarles a pescar, no hemos ahondado en estrategias de enseñanza por descubrimiento, no hemos provocado en ellos la curiosidad y el placer por aprender, no hemos insistido lo suficiente en que reflexionaran y evaluaran su propio su propio aprendizaje y hemos entrado en dinámicas evaluadoras meramente cuantitativas en donde hemos llegado a potenciar  y a transmitirles que el aprobar  está por encima del aprender.

A todo esto nos llega un confinamiento e independientemente de las casuísticas particulares de cada alumno, un denominador común a la gran  mayoría de ellos es que se han visto necesitados de una serie de habilidades  y estrategias para las que apenas les hemos preparado y en las que nosotros mismos como docentes imbuidos en esas dinámicas voraces de que nos impone el curriculum sobrecargado hemos dejado de lado o solo nos hemos acercado tangencialmente favoreciendo en la mayoría de los casos el tratamiento de los contenidos conceptuales y unas estrategias en donde las actitudes pasivas y receptiva de los alumnos han sido la norma y el trabajo en equipo, el aprendizaje por descubrimiento, el aprender haciendo, ha sido la excepción. 

No se atisba en un horizonte cercano una normalidad en las escuelas e institutos totalmente presencial,   que nos permitan mantener unas estrategias docentes basadas casi exclusivamente en la transmisión de contenidos conceptuales, en donde los alumnos sigan aprendiendo casi exclusivamente de manera pasiva y memorística-repetitiva y centrado el docente.

 Esta nueva normalidad o realidad escolar nos pone a toda la comunidad educativa delante de un dilema que no podemos ni debemos obviar. Si seguimos insistiendo en un modelo educativo ya de por sí caduco, o apostamos por un modelo competencial centrado en el alumno, en el aprender haciendo,  avivando en ellos la curiosidad por aprender más que el interés en aprobar, en hacerlos cada día más autónomos en sus aprendizajes donde los docentes nos convirtamos en verdadero guías y dejar de ser el centro de todo el proceso. 

Siempre defenderé un modelo de enseñanza presencial a tiempo completo, pero las circunstancias nos han puesto a prueba y no guste más o nos guste menos, tendremos que caminar por la virtualidad y echar mano de las TIC para ello, así debemos de aprovechar todas sus potencialidades y verlo como una oportunidad para un cambio necesario si queremos que nuestros alumnos aprendan. No podemos repetir en la virtualidad los mismos modelos, patrones y estrategias que en la presencialidad,  creo que durante el confinamiento nos cayó, al menos a mi, una evidencia encima

Formemos ciudadanos competentes, que sepan solucionar  problemas, que sean autónomos y creativos, que disfruten aprendiendo, y que sean capaces de aprender a aprender cuando lo necesiten, yo creo que para eso está la escuela y ahora más nunca es el momento. Habrá que aligerar el curriculum y quitarle lastre, habrá que proponer tareas que desarrollen aprendizajes significativos con propuestas abiertas y que favorezcan la originalidad, la inventiva, etc., habrá que evaluar de una vez por competencias, habrá que adaptarse a esta nueva realidad haciendo los cambios necesarios y  urgentes que esta nos impone, tomando todo lo bueno que la realidad anterior nos dejó y evitando repetir lo que sabemos que no funciona, es por eso por lo que todos, insisto, todos tenemos que atrevernos a asumir y llevar a cabo los cambios que nos correspondan solo,  y nada más y nada menos,  para que nuestros alumnos aprendan y disfruten aprendiendo. 





lunes, 10 de agosto de 2020

Mi tensa espera de septiembre.

Se me hace tensa, muy tensa, esta espera de septiembre con el inicio de curso, todos tenemos la impresión de que pasará algo malo y estamos tan tranquilos esperando que llegue.Hay experiencias de otros países, ¿por qué no nos anticipamos?.

Sabemos que el virus estará, sabemos cómo se transmite, sabemos que en las aulas y sus agrupamientos favorece la transmisión, sabemos que no tendremos vacunas a corto plazo, sabemos y nos dicen que tendremos que acostumbrarnos a vivir con el virus, ¿por qué nos empeñamos en reproducir un modelo que fallará?. Esos agrupamientos que hacen imposible guardar las distancias de seguridad, ese ir y venir por pasillos, la natural tendencia a juntarse en los recreo..., pretendemos crear un espacio artificial en el más natural de los mundo, en el espacio de socialización por excelencia y eso está abocado al fracaso.

Sabemos cómo combatir al virus y si hay que convivir con él, ¿por qué no adaptamos los espacios y los tiempos escolares para dificultarle la transmisión?.Sabemos que va para largo ¿por qué no se toman decisiones a largo plazo y no parcheos?.



La salud también es un derecho como la educación también lo es, el estado tiene la obligación d
e salvaguardar ambos en las mejores condiciones posibles sin menoscabo de ninguno y así ha venido siendo hasta ahora, pero al cambiar drásticamente las condiciones de salud y si queremos mantener una condiciones educativas adecuadas evitando al máximo los riesgos de salud se deben acometer los cambios necesarios aunque para ello sea menester modificar cosas tan "inamovibles" como la estructura organizativa de los centros, horarios, plantillas y una profunda revisión del curriculum que afecte a todos sus elementos y así optimizar unos procesos de enseñanza-aprendizaje para una realidad diferente. Si en todos los ámbitos sociales, laborales, culturales, deportivos, sanitarios... se están adaptando a una nueva realidad que se impone, ¿por qué en las escuelas nos empeñamos en mantener unas estructuras y procesos que ya de por sí eran caducos?.

Creo que hay tomar decisiones de calado para garantizar ambos derechos, no es fácil pero es urgente, el clima político y social no es el más propicio, hay grupos políticos que, de entrada, no conjugan el verbo consensuar y esto necesita de un gran consenso, de mirar más lejos que día a día. Están sobre la mesa dos derechos fundamentales, la salud y la educación, el futuro de nuestros hijos y nietos, solo por ellos tenemos la obligación de exigir a nuestros gobernantes que se atrevan, que piensen en grande, la realidad los ha puesto ante esta oportunidad de hacerlo.

En septiembre empiezo mi curso 38, cada principio de curso supone para mi dosis de ilusión, curiosidad, ganas, nuevas estrategias, algún cambio que otro..., este septiembre es el primero de todos sin ilusión.



Las aulas del futuro

 Que el mundo educativo muchas veces se deja influenciar  en función de modas,  unas más pasajeras que otras , es una realidad que para nada...