
Gran parte de la sociedad mira a la escuela de reojo y en muchos casos con recelo, hay incluso quien piensa que cualquiera puede ser docente solo en base a su experiencia como alumno que fue y el conocimiento más o menos profundo de un área o materia. Son muchos lo que afinan su punto de mira sobre el docente en algunos casos para reproches y en muy pocos para alabanzas, somos considerados con frecuencia como profesionales de segunda fila prescindibles llegado el caso, total cualquier puede enseñar lo que sabe.
Las escuelas deberían ser y no son espacios de colaboración, abiertas al entorno más cercano, donde entren y salgan no solo maestros y alumnos, sino todo tipo de profesionales, desde el tendero de la esquina hasta al cirujano del hospital más cercano.
Las escuelas deberían ser y no son esos lugares desburocratizados, donde las familias encuentren su espacio y su protagonismo, donde docentes y familias miren en la misma dirección y donde se note lo menos posible la presencia de la administración.
Las escuelas debería ser y no son promotoras y lanzaderas de la alegría y la creatividad, de la ilusiones y las sonrisas, de los proyectos conjuntos y de las empatías.
Educar hoy, y siempre, es de valientes, eso que que dice el profesor José Antonio Marina : "Para educar a un niño hace falta una tribu entera" es todo un tratado de pedagogía, pero ante eso tenemos la soledad del maestro ante sus alumnos, sus compañeros, sus padres, la sociedad y la administración