Somos toda una generación de españoles/as nacidos principalmente en la segunda mitad de los años cincuenta del siglo pasado y que crecimos es esa España gris de Franco, bien es cierto que sin esas grandes carencias y penurias que vivieron nuestros padres y que gracias a su esfuerzo y trabajar más horas que un reloj hicieron posible que, nosotros sus hijos/as, tuviéramos acceso a unas condiciones de vida más dignas que las que ellos tuvieron como hijos de la postguerra.
Mi madre era analfabeta, era la menor de cuatro hermanos y quedó huérfana con 8 años, así que para salir adelante se puso a servir en una casa hasta los 24 años que salió de allí para casarse. Mi padre fue a la escuela graduada que llamaban, aprendió a leer a escribir y las cuatro reglas pero con 7 años empezó a trabajar como muchos ciezanos, dándole a la rueda en los "hilaores" de esparto. Mi hermano y yo crecimos en un ambiente familiar agradable y muy afectuoso, no nos faltaba de nada, mi madre dedicada a nosotros y a su marido y mi padre trabajando todo el día incluso sábados y domingos para sacarnos adelante y darnos estudios.
Fui a la escuela primaria, esa escuela de los años sesenta, de la palmeta y catecismo y seguidora de esa consigna tan cruel de que "la letra con sangre entra" no tengo malos recuerdos de mis maestros de entonces aunque a alguno que otro le tuviera miedo creo que sobre todo por su poca empatía en general con los alumnos, salvo si eras de familia bien, que entonces era otra cosa.
Tengo recuerdos de muy niño, puede que a partir de los 8 años, de mis primeras lecturas en los tebeos de entonces que me asomaban a un mundo reconocible a veces y otras no, pero diferente, y sobre todo ameno y divertido. Zipi y Zape, Anacleto, Doña Urraca, Rompetechos, Pepe el hincha, Carpanta, Carioco, las hermanas Gilda, Don Pio, Pepe Gotera y Otilio, Mortadelo y Filemón y tantos otros... , era tardes o mañanas enteras leyendo las viñetas de estos tebeos que te llevaban a otro mundo y que comprabamos en la "casetica" más cercana para una vez leídos intercambiarlos por otros.
Recuerdo alguna vez que algún compañero se llevaba un tebeo a clase para leerlo allí escondido entre los libros, el maestro casi siempre los pillaba con el estirón de orejas correspondiente y la bronca por leer cosas que no se debían. Si, estaba mal visto leer tebeos, no solo en la escuela sino también fuera, aquello distraía y había que leer otras cosas, se consideraba una forma de lectura menor que ayudaba poco o no ayudaba a la formación de los críos. Así los mayores leían sentados al sol en plena calle, las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía o las novelas románticas de Corín Tellado. No abundaba por aquella época un literatura infantil o juvenil al uso.
Fue con los tebeos con los que mucha gente de mi generación nos iniciamos y aficionamos a la lectura, a ese lectura desenfadada y divertida que nos abría a historias y personajes que nos hacían leer uno y otro con voracidad y con ganas ya que nos hacían pasar un buen rato y fue gracias a las tebeos como continuamos leyendo y pasamos a los libros "más serios" pero también más aburridos y fue gracias a los tebeos como empezamos a leer prensa, sobre todo deportiva y fue gracias a los tebeos como aprendí a leer de otra manera, a entender la lectura como un descubrimiento continuo.
Reivindico desde aquí el papel fundamental de los tebeos en la gente de mi generación, su labor educativa, cultural y de descubrimiento porque a leer se aprende leyendo y los tebos nos enseñaron a leer en el sentido más amplio de la palabra.
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